Queridos compatriotas:
Aquel 28 de septiembre de 1960 yo regresaba de la ciudad de New York, donde había participado durante 10 días, en la reunión más importante que se había convocado hasta entonces.
Allí tuve el honor de conocer a los más importantes líderes del campo socialista, entre ellos, el Primer Ministro de la URSS, Nikita Sergéyevich Jruschov, y a un grupo de los líderes más prestigiosos del Tercer Mundo.
A la República Popular China, no se le reconocía su derecho a representar a ese enorme y milenario país.
La Revolución Cubana, en nuestra pequeña e ignorada isla, estaba recién nacida, pero el hecho de venir al mundo, a sólo 90 millas del poderoso imperio, se convirtió en algo que ponía a prueba la soberbia de la superpotencia dominante en nuestro hemisferio y en gran parte del mundo.