El 14 de junio se cumplen 82 años del natalicio del hombre que por sus méritos y virtudes se convirtió en paradigma de todos los revolucionarios: el Che Guevara.
En el libro “Con la adarga al brazo” de Mariano Rodríguez Herrera, Eliseo de la Campa, piloto del Che en los primeros años de la Revolución, narra una anécdota que nos ilustra el amor del pueblo hacia el guerrillero, incluso en condiciones tan singulares como la siguiente:
“Sucede que salíamos de Fomento en el Chevrolet del Che, y con el Che manejando, cuando aparece el viejito en la carretera, pedaleando su bicicleta. Pero no se había percatado el viejo que la guataca que llevaba amarrada atrás, se había corrido y el palo quedaba apuntando hacia la carretera…Claro, Che no ve el cabo de la azada y al cruzar toca con el guardafangos derecho el palo y lanza al viejito y la bicicleta a la cuneta. Por supuesto, inmediatamente detiene el carro y nos tiramos a ver qué había pasado. Llega el Che y le pregunta: ¿Se ha dado un golpe? ¿Le ha pasado algo? Y el viejito levanta el rostro antiguo, le mira la cara al Che, le reconoce y dice:” ¿Pero usted fue el que me arrolló?” Y Che: sí, por desgracia. Y el viejo: “ Qué desgracia de qué! Qué suerte tengo yo que usted me haya arrollado! ¿Usted sabe lo que es que yo le diga a mi familia que usted me arrolló? ¡Qué suerte tengo yo de haber salido hoy…!.
Bueno, el Che me mira y me dice, pero sonriente, sonriente, todavía este hombre me va a dar un beso por haberlo arrollado…Y bueno, entonces le dice al viejito: deme acá la bicicleta para mandársela a arreglar, pero el viejo dice:” ¿arreglar?¡ No! ¡Qué va! Esta bicicleta yo no la arreglo ya más nunca, esta bicicleta la guardo yo así pa’ enseñársela a mi familia el día que tuve la suerte de conocer a Che Guevara…”
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